Así el joven
Ruzbeh se fue empapando de la cultura que protegía la sagrada orden Dihakaneh,
una versión grandilocuente de la vieja institución de los Digban, que en Pahlab
significa “regente de la villa”, es decir, un cargo burocrático magnificado,
glorificado y sacralizado con el pasar de los años.
Y esto era
porque en aquel Reino antiguo, al que ahora llamamos Imperio Sasánida, no se
llamaba así, más bien se llamaba El Reino de los Nobles, el cual era tan
valiente, tan digno, tan honorable y combativo, que no sólo había resistido a
los Romanos sin ser nunca conquistado por ellos, sino que los había invadido
numerosas veces y había destruido en batalla o tomado prisioneros a los
Emperadores mismos.
Este reino sin
embargo fue atacado simultáneamente por tres Dragones terribles, los cuales
eran el miedo, la ira y el hambre, y estos habían puesto al Reino Noble entre
la espada infernal, y la pared llena de estacas de acero retorcido y al rojo
vivo: pues había padecido una sequía, una hambruna terrible, una plaga,
causando una rebelión de la gente, sumándose todo esto a la invasión de un
pueblo de salvajes, que, aprovechándose de la debilidad del Reino noble,
atacaron a placer, masacrando al inocente.
Pero contra
estos tres Dragones demoniacos se levantó un jinete valiente, portando una
armadura de acero, y empuñando un brazo dispuesto a batirse contra el mismísimo
Satán. Él era el más audaz Rey guerrero de su generación: Kabad el Rey Capitán.
Aquel caballero coronado pudo derrotar a los tres Dragones y ponerlos en fuga,
pero justo cuando comenzaban a vislumbrarse tiempos mejores, murió el Rey Capitán.
Por un momento parecía que sus esfuerzos
serían en vano, que los Dragones al volver serían indestructibles, y que el
hijo del Rey Capitán caería víctima de los monstruosos enemigos, pero este
hijo, llamado Anushirbán, es decir “El inmortal”, resultó ser tan capaz como su
padre, para continuar la obra redentora del Reino Noble, y es por eso que
derrotó completamente a esos tres Dragones: la ira, el miedo y el hambre.
Sin embargo no pudo matarlos, pues estos son
tan inmortales como el nombre de aquel Rey, y ningún ser humano puede matarlos,
si puede derrotarlos y ponerlos en fuga, si todo el Reino se une a él en sus
esfuerzos.
Una vez victorioso, el Rey “Inmortal”
procedió a crear un ejército fiel, formado de los pequeños terratenientes (no
de los grandes) que eran dueños de las villas y distritos: los Digban,
pertenecientes al rango de los Azadan, o “Libres”. Así, este Rey les proveyó de
más poder político, a cambio de concesiones económicas, pues repartió más de la
mitad de sus campos entre los campesinos pobres, pero en recompensa, el Rey les
dio a los Digban Azadan puestos burocráticos con paga propia, para poder
recaudar los impuestos de estos campesinos.
Así, los campesinos se vieron como dueños de
pequeñas parcelas, pagaron impuestos razonables, y los Digban recibieron una
comisión por sus servicios. Luego el gobierno reformado les proveyó también de
armaduras y de profesionalización militar a estos Digban, pues antes de estas
reformas, los Digban tenían que proveerse ellos mismos de armaduras, las cuales
eran desiguales de uno a otro de esta baja nobleza, por lo que parte de las
pocas riquezas obtenidas por las tierras, se iban en costearse esas armaduras,
sin embargo ahora, libres de costearlas, ganando un sueldo por cobrar
impuestos, y todavía sumándoseles las ganancias de las tierras que les
quedaban, los Digban vieron mejorada su situación económica.
Por todo ello es que los Digban fueron una
clase muy agradecida con el Rey Inmortal, y en verdad fueron los más fieles al
Rey sabio: quien fuera probablemente el ser humano más sabio de todos los
tiempos. Así que la renovación de la cultura del Reino Noble, renovación que
impulsó el Rey “Inmortal”, después de su irónica muerte se convirtió en un
tesoro precioso, en un tesoro que debía ser celosamente guardado por los
Digban.
Así, con el pasar de los años los Digban usaron
una forma arcaizante de su nombre de rango: se autonombraron Dihakan, y
constituyeron una orden sagrada rural llamada Dihakaneh, o “Casa de la villa”,
en la que ellos eran guardianes de la caballería, de las matemáticas, de la
escritura, de las artes de gobierno, la burocracia, la filosofía y la alta
cultura.
Por todo esto es que Ruzbeh llegó a estar
versado tanto en el combate, como en la literatura, tanto en los números, como
en la caballería y el deporte, constituyéndose todo un Caballero Medieval,
orgulloso de su honor y su sabiduría Noble. Luego, como su padre Dadiyeh sabía
árabe en su versión “técnica gubernamental” por haber sido secretario de un
gobernador árabe, y como su maestro Sahl, por su religión islámica también
sabía árabe en su versión “clásica literaria-profética (sobre todo para poder
leer el Corán) es que Ruzbeh llegó a dominar a aquel idioma semita con gran
maestría y destreza.
_____________________________________________________
_____________________________________________________
Este capítulo es parte del libro: Cultura, cultivos y jardines.
(Lo puedes descargar en este enlace)
(Lo puedes descargar en este enlace)
Bueno debo admitir que es una historia el cual nunca habia escuchado y menos que saldria de un libro sobre cultura y jardines, crei por un momento que se referia a una saga de alguna caricatura en especial, y pense por un instante en Alicia en el pais de las Maravillas cuando se enfrenta a un dragón fue quizas mi forma de poder comprender y encajar con la historia jeje Saludos!!
ResponderEliminar