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5.- Sus primeros cargos burocráticos.


    En cuanto llegó a la edad adulta, su padre Dadiyeh y su maestro Sahl intercedieron ante el gobernador del Erak, Yusuf Abanumar Adaqfa para que su hijo obtuviera algún puesto, aunque fuera menor, desde el cual comenzar a destacar, por lo que se le dio la oportunidad a Ruzbeh de trabajar de secretario en la ciudad de Sabur, no muy lejos de Gur, en la provincia de Persia. 


    Allí sirvió para el alcalde Masih Abanhauari durante 3 turbulentos años, pues nuevamente surgía una guerra civil (la tercera) para golpear a los odiados Omeyas, entonces en el transcurso de la guerra el gobernador Abanumar huyó del Erak. Después se supo que fue asesinado. El Califa del momento nombró a su sustituto Mansur Abanyimhur quien a su vez designó a Sufyan Aban Moauyeh Muhalab como alcalde de Sabur, aunque su predecesor se negó a dejar la alcaldía, pero cuando fue amenazado por carta de que enviarían tropas gubernamentales a darle un adecuado reemplazo y retiro, se fue por miedo.


    Ruzbeh quiso permanecer valiente e insensatamente como secretario a la espera de la llegada del nuevo alcalde, pero su padre y su maestro viajaron inmediatamente hasta Sabur para ordenarle que se fuera, y aunque se negó y entró en acaloradas discusiones con estos, prefirió obedecerlos para no ver manchado su honor como hijo desobediente.


    Viajó pues de regreso y estuvo muy disgustado en Gur, sin embargo su padre le informó que se había convertido al Islam, y que había cambiado su nombre por el de Mubarak: Dadiyeh Abanharzad Mubarak Guriyeh Maqfar, y que como sus nuevos “hermanos” musulmanes siempre lo iban a apodar por su mano seca, no tuvo más remedio que aceptar ese nombre.


    Pero más importante aún que su conversión al Islam, Maqfar le reveló que lo hizo con el propósito de contribuir a la caída de los odiados Omeyas, pues apoyaba a la facción Shia, pues sabía que la guerra civil continuaría y una secta secreta llamada los Hashimíes estaba agrupando a todos los grupos que estaban en contra de los Omeyas, incluyendo a los Shias y a la orden Dihakaneh, y el hecho de haberse convertido en musulmán (de la rama Shia, pero esto más específico en secreto) le había proporcionado las claves y los métodos para contactar en secreto a los Shias y saber acerca de la conspiración Hashimí.


    Así por ejemplo el movimiento Shia llamado Jarudiyeh conspiraba en secreto, y había entrado en contacto con el adepto Sahl, y a través de este, con Maqfar. Este movimiento había estado liderado en secreto por Zayid Abanali, hijo de Ali Abanhusayn, y por lo tanto reivindicaba la herencia del antiguo Reino Noble bajo un gobierno Shia.


    Pero cuando murió Zayid Abanali, el movimiento se fracturó y se “depuró”, siendo que Sahl y Maqfar acogieron a todos los disidentes que pertenecían al “nuevo Jarudismo”, el cual en general parecía ser un total fracaso, pero Sahl y Maqfar supieron reconducir a los disidentes hacia motivos superiores y más generales: el apoyo al Shismo en general, con el propósito superior de derrocar al Califato Omeya.


    En esa esos años Ruzbeh se enteró de todo ello, y se consoló al saber que los motivos eran para derrocar al gobierno que había lastimado a su padre. En esos años Ruzbeh, su padre Maqfar, su abuelo el anciano Harzad y su maestro Sahl colaboraron en secreto con los Shias para derrocar desde dentro al gobierno local de Gur, y a todos los gobiernos locales del Irán, contribuyendo en gran medida a la toma del Irán por parte del general Shia Abdal Abanmoabya durante unos años, quien nombró a Sahl Abanahmad como alcalde de Gur.


    Así durante un año (745-746) Sahl fue alcalde de Gur, Maqfar fue secretario de gobierno, y Ruzbeh Abanamaqfar fue nombrado secretario-regente de Sabur, encerrando a Sufyan Abanmoauyeh, pero apiadándose de él y manteniéndolo bajo arresto domiciliario, porque así lo fomentaban las tradiciones de la sagrada orden Dihakaneh.


    Pero después un general Omeya llamado Sufrah Abanhubayra Abanzubar derrotó a las fuerzas Shias, entrando en Gur y matando al alcalde Sahl. Sin embargo la familia de Ruzbeh huyó hacia Sabur, con los restos de su ejército derrotado, y los Shias más vulnerables (ancianos, mujeres y niños) que estaban bajo su protección para apoyar al joven regente en la defensa de la ciudad.


    Allí Ruzbeh salió a la batalla, combatiendo gallardamente en primera línea, pero fue derribado del caballo y fue tomado prisionero, mientras que las fuerzas Omeyas destrozaron al ejército Shia y sitiaron la ciudad en 746. Maqfar, que encabezaba la defensa de la ciudad, fue conminado a entregarla, pues su hijo era rehén de Sufrah Abanhubayra, y si entregaba la ciudad, y mostraba que el anterior alcalde Sufyan estaba vivo, se le perdonaría la vida al joven Ruzbeh. 

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    Por ello Maqfar no tuvo más remedio que entregar la ciudad, en la que entró victorioso el general Sufra, más cuando su ejército se disponía a llevarse prisioneros tanto a Dadiyeh como a su hijo Ruzbeh hacia Damasco para un incierto destino, la gente de Sabur se rebeló y amenazó con atacar a los guerreros Omeyas: hasta ese nivel se había ganado Ruzbeh a los pobladores.


     Al general no le convenía desestabilizar la plaza de Sabur, sabiendo que el régimen Califal estaba tan debilitado, que no podía prescindir de la estabilidad de cada una de las ciudades del Irán, pues necesitaba desesperadamente tenerlas controladas, por ello perdonó a Ruzbeh y a su padre, confirmó al liberado alcalde Sufyan, y viajó a Kerman desde donde controló el Irán, instalando inclusive a Ruzbeh como su secretario personal, pero manteniéndolo muy vigilado.


    En el 748 Sufrah Abanhubayra envió a su capitán Amir Abanyubar para sofocar la revuelta de los árabes del Jorasán, la cual estaba instigada por los Hashimíes, los Shias y por etnias Iraníes: por fin la rebelión cuidadosamente planeada por los Hashimíes tenía la fuerza para volverse un peligro serio: a todos los unía su odio por el Califato Omeya.


    Amin Abanyubar fue al encuentro de los rebeldes, pero fue derrotado desastrozamente en Ispahan en el 749 por el general Hashimí Qahtab Abanshabib Alatya, quien siguió avanzando profundamente en Irán. Cuando los guerreros Omeyas supieron del desastre de Ispahan se amotinaron encabezados por un capitán llamado Aqba Abanbahdal, contra su señor Sufrah Abanhubayra, y por miedo querían matarlo, pero esta vez Ruzbeh le devolvió el favor al gobernador, convenciéndolos de que le perdonaran y que lo llevaran prisionero, pero sin hacerle daño.


    Después de aquello, el nuevo general Aqba envió un mensaje a las fuerzas Hashimíes de Qahtab, anunciándole que se pasan a su rebelión, por lo que estas fuerzas ex-Omeyas se pasaron al bando Hashimí, y así engrosaron aún más sus filas. Luego, al enterarse el alcalde Sufyan Abanmoauyeh también se pasó al movimiento Hashimí enviando a muchos partidarios civiles.


    Dentro de la unidad de Aqba, muchos Pahlab-hablantes combatieron, siendo que en la caballería acorazada peleó nada más y nada menos que Ruzbeh, decidiéndose con sus actos por la postura pragmática belicista de su propio padre Maqfar. Así viajó junto con el ejército Hashimí de victoria en victoria hasta llegar al río Zab, al oeste del Erak, donde derrotaron de manera decisiva a los Omeyas e hicieron huir al Califa mismo Marun hacia el oeste: la revolución instigada por los Hashimíes había triunfado. De entre todos los no-árabes que participaron, el más célebre inicialmente fue Ruzbeh “Abanamaqfar”, pero había otro que al menos en aquella época le hacía sombra: el converso al Islam Jalid Abanabarmak. Si bien Abanamaqfar y Abanabarmak parecen patronímicos muy similares, de no-árabes en circunstancias similares, combatiendo en el mismo ejército, los dos individuos en sí mismos eran personas opuestas: si dentro de su corazón Abanamaqfar peleaba por lo que él creía justo, y lo hacía por Dios, Abanabarmak se unió por pura conveniencia, y lo hacía por el Diablo.


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