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7.- El ciudadano de segunda.


    El Califa Abas Abdul en agradecimiento por sus servicios incondicionales para la causa anti-Omeya le recomendó a su hermano y sucesor Alamansur Abanamuhmad (el futuro verdugo oficial de Abanamaqfar) el acoger bajo su mando a Ruzbeh como secretario, sobretodo porque viendo de cerca la muerte, y sin haber consolidado el futuro gobierno según sus intenciones (las cuales eran mantener el Califato “Monárquico” como forma efectiva de régimen, aunque bajo la nueva dinastía –Los Abasíes-), le advirtió que necesitaría de funcionarios y burócratas no sólo capaces y con experiencia, sino sobre todo absolutamente leales a la causa.


    En respuesta, Alamansur le envió una carta a Ruzbeh invitándolo a unirse al futuro nuevo gobierno y a apoyarlo, y que a cambio, le daría el mejor puesto que musulmán alguno pudiera darle a un “protegido”. ¿A qué se refería con protegido? Ruzbeh lo sabía: los musulmanes consideran protegido a todo aquel monoteísta no-musulmán que, viviendo en tierras gobernadas por el Islam, se le permite practicar su creencia pero sin recibir todas las garantías ciudadanas que tiene  cualquier musulmán “de medio pelo”, es decir, prácticamente un ciudadano de segunda clase, a medio camino entre un musulmán, y un esclavo como los siervos que reciéntemente había adquirido. ¿Cómo se atrevía el príncipe Alamansur a referirse de ese modo despectivo hacia él, siendo que su hermano, el Califa reinante siempre lo había mencionado con respeto y como alguien igual de capaz que el resto de los militantes antaño anti-Omeyas?


    Probablemente era porque Alamansur aún no había comprobado la capacidad ni la experiencia de Ruzbeh como funcionario conocedor de la gestión de los impuestos, los números, y las letras ¡Las letras! ¡Nada más prestigioso para que un burócrata destaque entre los demás que demostrando su amplio bagaje literario! ¿Y qué mejor manera de demostrar que era un erudito versado en libros inaccesibles para cualquier musulmán árabe promedio que traduciendo al árabe una obra escrita en otro idioma? Por ello fue a la biblioteca de su padre para pedirle prestado uno de los muchos libros viejos -que los Dihakan cuidaban con la mayor veneración como custodios de los tesoros literarios-.

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    “¿Cuál libro necesitas Ruz?”


    “Cualquier libro que sea interesante Padre.”


    “Si no me dices cuál de los libros necesitas, no te puedo prestar ninguno”


    “Usted présteme por favor un libro, que lo necesito.”


    “¿Para qué lo quieres?”


    “Quiero traducir algún libro de estos al árabe.”


    “Ah, ya entiendo hijo mío, y entiendo mucho más de lo que crees, mira: toma este libro, tradúcelo al árabe, pero ¡Por favor! Tradúcelo bien.”


    El libro al que se refería su padre era el de “Informe de las mil maravillas descubiertas e investigadas en Hinda. También el relato <<Karirag y Damanag>> y otros mil cuentos revestidos de sabiduría que encontré en mi viaje hacia aquel país de los paganos.” del médico maestro Borziyeh.


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