Pocos seres
humanos han tenido tan estrechamente fundida su cultura, sus tradiciones y su
sabiduría ancestral tan fundidas a su persona individual como Abanamaqfar, por
lo que este es uno de los casos anómalos en los que resulta imposible separar a
su persona, de su cultura. Es un caso muy raro, pero existió ese caso: Abanamaqfar
nació en el año 726 en la ciudad de Gur. Fue hijo de Dadiyeh Maqfar y su
virtuosa esposa Mahurani. Su nombre de pila fue Ruzbeh. El nombre completo de
Abanamaqfar en aquella época era Mardabay Dadiyehpur Ruzbeh Guriyeh Dihkanmajid.
Desde un
principio su padre Maqfar quiso darle la mejor educación, porque eso es lo que
ameritaba alguien perteneciente a la sagrada orden Dihakaneh, así que lo llevó
con el mejor maestro que había en Gur, que en ese tiempo era Sahl Abanahmad.
Aunque Sahl
Abanahmad no era de la religión tradicional de la orden de los Dihakaneh, era
el más destacado miembro de la orden en cuanto a sabiduría, además de que la
conversión de su padre al islam tenía a ojos de Maqfar un motivo justificable:
Su padre
Farrokhzad, también de la órden Dihakaneh, viajó a Kufa para conocer al que en
el fondo de su corazón consideraba su legítimo rey: Ali Abanhusayn, quien era
por el lado paterno un descendiente de Ali, y por tanto, también descendiente
de Mahoma; pero no era esta la sangre que le interesaba a Farrokhzad, sino la
ascendencia materna de Abanhusayn, pues su padre, Husayn se había casado con Shahrbanu,
la hija de Yazdagir: el último Rey de la sagrada Dinastía Sasánida. Por lo
tanto Ali Abanhusayn era el legítimo heredero del gran Reino conquistado.
Abanhusayn
acababa de ser perdonado por el Califa Omeya Yazid en Damasco, y había viajado
temporalmente a Kufa, donde predicó el mensaje de los Shias, y como Abanhusayn
era el “legítimo Rey”, y tenía una excelente oratoria: Farrokhzad llegó a la
conclusión de que “si mi legítimo Rey sigue esa fé, ha de ser porque es la
verdadera.” Por ello se convirtió al islam, cambiando su nombre “infiel” por el
piadoso nombre de Ahmad.
Así Farrokhzad
(renombrado Ahmad) y muchos otros Shias seguidores de Abanhusayn lo acompañaron
peregrinando hasta Medina y la Meca, regresando Farrokhzad empapado de los
ideales Shias hasta Gur, donde se casó y tuvo un hijo al que llamó Sahl, criado
en la fé islámica, pero impregnado de valores de la sagrada orden preislámica.
Como Sahl hijo
de Ahmad era un Shia, se oponía (de manera encubierta) al gobierno de los
Omeyas, luego por pertenecer a la sagrada orden, anhelaba el regreso del Reino
ancestral, que, aunque bajo la fe islámica, debería ser gobernado por Reyes de
la estirpe de Abanhusayn, por ejemplo por Zayid Abanali, hijo de aquel.
Los anti-omeyas
encubiertos de la ciudad de Gur, que compartían ese anhelo de hacer regresar al
antiguo Reino estaban divididos en 2 facciones: la Kinagih Musdahiyeh que en
Pahlab significa “Legitimidad sabia” y la Zaidih Erdustiriyeh, que significa
“Patronato guerrero”, por lo tanto los primeros, los de la legitimidad sabia,
eran personas que creían que los grandes sabios, científicos y filósofos
podrían convencer a los gobernantes de transformar el Califato injusto en un
Reino más justo e ideal, mientras que los segundos, los partidarios del
patronato guerrero creían que ni el mejor sabio puede convencer del todo a un
Califa necio, por lo que lo mejor que se puede hacer es fortalecerse, armar o
apoyar a un ejército, que los oficiales sean los más valientes, justos, y
sabios posibles, y así el comandante de estos ejércitos pueda disponer de un
ejército anticalifal y antiomeya, por lo que no tenga que estar “rogando al
Califa para que se porte bien” sino que sea capaz de destruir sus injustas fuerzas,
tomarlo prisionero, y encerrarlo, disponiendo de ser necesario, de su cabeza.
Pero a mí me
gusta llamar a la Kinagih Musdahiyeh la facción de los “pacifistas ingénuos”, y
a la Zaidih Erdustiriyeh “los pragmáticos belicistas”. Así pues, Sahl, hijo de
un discípulo de Ali Abanhusayn, y este heredero real hijo de Husayn, quien perdió su cabeza en la trágica batalla de
Karbala.
Es natural pues
que Ali Abanhusayn repudiara el hecho mismo de la guerra, pues la guerra fue la
que le arrebató a su padre, y así transmitiera en sus sermones esa actitud
antibélica. Por ello Ahmad el converso llevaba en su bagaje religioso el
repudio a la guerra, inculcándoselo a su hijo Sahl, que en la edad adulta fue
maestro de Ruzbeh Abanamaqfar.
Por su parte,
Dadiyeh, siendo un fiel, justo, sabio y eficiente burócrata del gobernador
Hadyajsh, había sido “recompensado” con una mano aplastada: se había dado
cuenta de que los intentos por alcanzar una buena vida mediante la sabiduría
pacífica, sólo habían sido conseguidos dependiendo de la “benevolencia” del
gobernador musulmán, pero cuando a este gobernador musulmán le convino, Dadiyeh
fue castigado injustamente, y humillado con el sobrenombre de “mano seca” es
decir, Maqfar, y todo esto por haber abogado por sus hermanos de etnia que eran
aplastados y torturados por el gobernador.
Así que Dadiyeh
Maqfar ya no esperaba ninguna benevolencia, más bien quería derrocar a los
gobernantes árabes mediante una guerra justa, pero sabiendo que aún no estaban
dadas las condiciones, ni él tenía ningún ejército, conspiraba junto a muchos
otros anti-omeyas.
Por eso el
joven Ruzbeh Abanamaqfar en su educación, se veía en una encrucijada, entre la
facción pacifista ingénua de su maestro musulmán Sahl, y la facción pragmática
belicista de su propio padre Maqfar: dos actitudes contrarias dentro de una
misma educación.
Así que no es
de extrañar que en su más tierna infancia y temprana adolescencia Ruzbeh fuera
muy indeciso, y aunque tuvo ese defecto inicial de carácter, la gran educación,
forjada esta con gran carácter, disciplina y pureza, le dieron otras virtudes,
como el honor, el valor, la justicia, el amor al trabajo, el sentido del deber,
la honestidad, el amor, etc…
_____________________________________________________
_____________________________________________________Este capítulo es parte del libro: Cultura, cultivos y jardines.
(Lo puedes descargar en este enlace)
Un capítulo que sintetiza muy rápido un contexto para una gran historia. Lo que me nace compartir tiene que ver con la religiosidad y la época en que la identidad las integraba en relación a un territorio. En el occidente tenemos a Europa y su trayectoria de guerras , siendo la religión una forma de dar sentido a las luchas. Me parece importante contextualizar los escritos para no caer en miradas prejuiciadas sobre todo en una época como esta en que el sistema educativo no forja lectores y las tecnologías refuerzan los resúmenes y los escritos breves.
ResponderEliminarExáctamente: estoy sintetizando el contexto para hablar sobre Ruzbeh Abanamaqfar, porque este es uno de los contadísimos casos en los que no se puede entender la vida de él sin entender el entorno en el que nació: ¿Porqué era tan indeciso en su vida? Por que su padre era de la Zaidih Erdustiriyeh y su maestro de la Kinagih Musdahiyeh. ¿Como conoció a su esposa? Apoyando a los Jarudíes. ¿Donde empezó su carrera? Apoyando a los Hashemíes... ¿Ves como cada aspecto importante de su vida es prácticamente inentendible sin establecer bien el contesto? Ahora bien, felicito tu actitud de señalar esto: "Me parece importante contextualizar los escritos para no caer en miradas prejuiciadas".. y sin embargo un renglón antes mencionas "En el occidente tenemos a Europa y su trayectoria de guerras , siendo la religión una forma de dar sentido a las luchas" y pregunto porque quizás soy corto de entendimiento: ¿No se está cayendo en lo mismo en lo que se previene? Quizás una aclaración me saque de esa duda. Saludos
EliminarSeñale Europa como una forma de hacer un paralelo entre ambos contextos históricos. Eran épocas dónde las significaciones religiosas eran motivaciones que disfrazaban a las políticas y económicas. Los poderosos buscan motivos "santos" para justificar guerras hoy en día. Me parece que el fundamentalismo es un fenómeno peligroso para la humanidad y más cuando va con totalitarismo. Esto último lo habló por occidente porque de la cultura musulmana no se, aunque me da la sensación que son los mismos problemas que nosotros. Al final la humanidad tiene los mismos desafíos. Donde estoy ahora me ha tocado compartir con gente árabe y conocer de su mundo es genial.
ResponderEliminar