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17.- El mal del sectarismo que pretende dividir al espíritu de la materia.

Además, el árbol moriría si en verdad estuviera disociado lo de abajo con lo de arriba, si cortaran su tronco por la mitad. ¿Cómo pues pretenden los sectarios la falsa “oposición entre lo espiritual contra lo terrenal”? Todos esos sectarios, mal llamados espirituales, además de los materialistas a ultranza, son como taladores de la realidad, pretenden que la realidad está talada y por lo tanto hay una “enemistad irreconciliable” entre el principio material contra el principio espiritual, ya sea que “uno de los dos es pernicioso, falso o no existe”.

 

Aquellos que tratan de disociar lo material de lo espiritual, o lo espiritual de lo material caen en un error que induce al mal, y de hecho: ya lo ha inducido en la historia. El materialismo a ultranza generó genocidios como el Holodomor, del que Iósif Stalin, al frente de la Unión Soviética, fue responsable. Este genocidio causó la muerte de a 7 millones de Ucranianos (un millón más que las cifras oficiales de la Shoa u holocausto Judío a manos del Tercer Reich), pero el falso espiritualismo, el cual es el espiritualismo a ultranza también causó muerte y degradación humana: ténganse en cuenta las muertes por guerras religiosas, las cruzadas (“mátalos a todos, que ya Dios reconocerá a los suyos” le dijo Armaud Amalric, legado del Papa al comandante Simón de Montfort cuando asediaban Béziers en la cruzada albigense) y la infame inquisición, tanto Católica como Protestante (El protestantismo tradicional siempre ha estado hasta principios del siglo XIX sospechosamente ligado al exterminio, a la quema de brujas y al racismo, este último muy vigente en muchos “gringos” protestantes sureños, como los que votaron por Trump). Por no hablar también de los atentados llevados a cabo por terroristas musulmanes.

 

Así pues, la disociación de lo material y lo espiritual viene a ser como una enfermedad sectaria de la cultura. ¿Cómo puedo demostrar que no sólo no están peleados lo material con lo espiritual, sino que colaboran entre sí? Sencillo: el esfuerzo y la constancia no son conceptos que pueda tomar entre mis manos, no son cosas materiales; más bien son principios y valores espirituales, juntamente con la justicia, el amor, etc…

 

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Si una comunidad se dice espiritual, pero sus miembros se atormentan continuamente creyendo que los impulsos naturales son malos, si casi nadie hace deporte salvo unos cuantos jóvenes, si ven mal la sana práctica de las artes, si no hacen nada por el medio ambiente pues piensan:

 

“De todos modos Allah va a enviar al Mahdi muy pronto y este mundo se va a acabar ¿Qué caso tiene hacer algo por el medio ambiente?”

 

Si los niños no viven felices, pues se los obliga desde muy pequeños a asistir a aburridísimas reuniones donde hablan los predicadores salafistas, y siempre los obligan a ir a reuniones religiosas.

 

Si los jóvenes viven frustrados constantemente pues al prohibírseles una vida plena, fomentan la hipocresía, pues al no poder aguantar los “malignos deseos de la carne” pasan a realizarlos clandestinamente.

 

Si los pobres viven en la miseria, es decir, no sólo no son ricos, sino que no encuentran trabajo, y el que hay está demasiado mal pagado, les faltan cosas de lo más básico, pero los religiosos sectarios les dicen “no te preocupes: en la otra vida serás allá en el cielo serás millonario.” Mientras a otros pobres se los acostumbra a ir a la mezquita, recibir su pan y su agua, y se les fomenta a nomás estirar la mano para medio comer: ¿Dónde está la plenitud de vida en la comunidad? ¿Es verdaderamente espiritual tal comunidad? NO. Y esto aplica tanto para ciertas comunidades “musulmanas”, como para comunidades “cristianas”, “judías”, “budistas”, etc… Vemos pues reflejado en la realidad, que estas actitudes forman parte de un monstruoso engaño, una tergiversación de las palabras de Cristo al decir “hay que despreciar a la tierra para ganarse el cielo”.

 

En cambio sí otra comunidad dice ser espiritual, y dentro de la misma, sus miembros viven mejor, más sanos, hay más parques y jardines, y la naturaleza misma se fortalece en ellos.

 

Los niños crecen más felices en calles seguras, jugando y aprendiendo. Los adultos, con problemas y lo que sea, pero no viven atormentándose por “el mal de los deseos de la carne” pues canalizan esos deseos dentro del matrimonio, por poner un ejemplo.

 

En una comunidad donde los pobres no viven en miseria, ni los ricos en el egoísmo: pues todos tienen trabajo, un oficio bien pagado, algo útil para la comunidad, y por lo tanto las necesidades básicas están cubiertas para todos los de ese pueblo, gracias al trabajo de todos.

 

Podemos estar seguros de que esa comunidad SI es espiritual realmente, pues gobiernan los principios espirituales de dignidad, trabajo, honor, esfuerzo, justicia, generosidad, etc…

 

Mientras que lo material resultante realimenta a esa espiritualidad auténtica: allí podemos ver el árbol de la vida funcionando sanamente sin ninguna disociación herética y maligna entre materialidad y espiritualidad, las cuales van de la mano.

 

Otro ejemplo mucho más cotidiano está en el cuerpo mismo ¿Acaso someter al cuerpo al esfuerzo y la constancia que da el entrenamiento acaba con el cuerpo? Más bien al contrario. Un cuerpo subordinado a la disciplina, el esfuerzo y la constancia que dan el entrenamiento de la práctica de un deporte se vuelve más fuerte, más resistente, más sano. Es igual con el resto de conceptos espirituales, que están para gobernar, pero GOBERNAR BIEN: ¿Acaso un buen gobernante está contra los gobernados? El gobernante es el plano espiritual en nosotros, el gobernado es el principio material.
 

Ninguna espiritualidad que dañe o perjudique a la vida y su plenitud en comunidad es buena… o quizás ni siquiera es espiritualidad: sino un vil y asqueroso sectarismo psicológico. Pero cuando la materia, la tierra, y la carne se someten a la verdadera espiritualidad, aquella que proclama a los valores universales como un principio rector de la vida: entonces la vida, la comunidad, y la naturaleza se fortalecen y llegan a su plenitud, con pasión, justicia, bienestar, esfuerzo y ecología.

 

Falso es pues, y principio de maldad aquel supuesto principio que dice “desprecia al cuerpo, desprecia a la tierra, desprecia a lo material, entre más desprecies todo esto: más espiritual serás”. No sólo es falso, sino estúpido y dañino, pues la auténtica trascendencia se da cuando al profundizar en el aprovechamiento de las buenas potencialidades materiales, crecemos hacia el cielo bajo los principios rectores del amor, el honor, la nobleza y la responsabilidad. Quien se alegre de que la tierra (la vida humana, animal o vegetal) sea destruida, morirá junto con ella, y si resucita: no será para bien. Así pues, no se puede ser espiritual si se desprecia a lo material: esa idea ha causado ya bastante daño.

 

Recuerda bien: del árbol, al profundizar sus raíces en lo profundo del suelo, de la tierra, sus ramas crecen vigorosas hacia el cielo, trascendiendo por mucho al nivel del suelo.


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1 comentario:

  1. Creo que el Papa Francisco ha hecho una reflexión al respecto en su encíclica "Laudato Sí", mientras que los sacerdotes del sur de Estados Unidos son extraordinariamente críticos con Trump por su egoísta política migratoria, precisamente ahora cuando el desempleo está en el mínimo porcentaje (si me dijeras que hay una crisis económica como en España sería más comprensible)

    Las antiguas Grecia y Roma partían también del principio de armonía entre lo material y lo espiritual, así también la India y muchos pueblos orientales, en ese sentido el Yoga y el Tai Chi no son técnicas de relajación, sino artes marciales, con la particularidad que buscan vencerse primero a sí mismo, o sea disciplinar el cuerpo, pero tienen técnicas y movimientos ofensivos que aprenden las Fuerzas Armadas de los países orientales.

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