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Epílogo.

    Abanamaqfar sólo tenía 33 años cuando enfrentó el suplicio final. Los cuentos que el tradujo todavía siguen en la memoria popular y mientras lees este ensayo, alguien en cualquier parte del mundo está contándole esas historias fabulosas a un niño. Pero Sufyan Abanmoauyeh es sólo pasto de la historia, y nadie lo recuerda, excepto por ser el infame que condenó a un gran sabio. 

 

    Jalid Abanabarmak, el cerebro detrás de la iniquidad, finalmente alcanzó el poder, e hizo justamente lo que le acusaron a Ruzbeh: él y sus descendientes trataron de gobernar en las sombras, hasta que fueron asesinados. Piénsese en el más “célebre” de estos visires intrigantes y tenebrosos: piénsese en Yaffar, famoso miembro de la estirpe de los Banubarmak, sobre todo por que aparece como villano en la historia de Aladdin según la versión de Disney.

 

    El Califa Alamansur sobrevivió durante 16 años más. Es conocido sobre todo por ser el constructor de la ciudad de Bagdad, que al día de hoy ha sido demasiado golpeada por otro Califato: el infame Daesh. La dinastía Abasí tuvo mejores Califas, más dignos representantes de aquella monarquía de facto, pero la sombra del crimen por la injusta muerte del mártir Abanamaqfar los siguió durante toda su historia: llegaron a ser monigotes desechables en manos de la guardia de palacio.

 

    Inclusive los jinetes del Imperio Mongol trataron al último Califa de Bagdad como un guiñapo, lo torturaron antes de matarlo. El sucesor de este Califa huyó a Egipto, donde fue también un títere de los Mamelucos ¡Mayor ridiculez no se puede escribir en una frase como la anterior!

 

 

    Luego Suleyman el magnífico, Sultán de los Turcos les arrebató el Califato. El último Califa del cargo históricamente contínuo: Abdul Mejid, perdió una magistratura que ya no significaba nada, en 1924, y fue expulsado de Turquía: no quedaba ya ningún poder real al otrora príncipe de los creyentes…

 

    Tras la muerte de Abanamaqfar, su padre Maqfar se hizo cargo de su nuera y sus nietos, así como de los siervos que en teoría eran de su “propiedad”. Vivieron en Basrah, en las propiedades que había adquirido el mártir. Vivieron en el anonimato de cara al público.

 

    Muhmad, hijo de Abanamaqfar se casó con una de las siervas llamada Durnahid. Se les conoce una hija: Nusaybi. Por su parte, Fedimi, la otra hija del mártir se casó con otro siervo Li Abanfyruz Abdal, perdiendo aparentemente su estatus de mujer libre, pero me gusta pensar que lo hizo por amor.

 

    ¡Bendito anonimato que les permitió a este grupo de familias conservar la vida y perpetuar la estirpe de la gente buena! Mientras que Califas y visires se mataban unos a otros o caían víctimas de los traidores y asesinos.

 

    Hoy, los descendientes de estos Jarudíes, de estos siervos, y entre todos ellos: de la estirpe de Abanamaqfar, se encuentran diseminados en varios países del mundo, incluyendo naciones que nunca les habría pasado por la cabeza a las gentes del Medievo que existían. 

 

    Ya muchos han olvidado todo esto, pero todavía habemos gente que nos tomamos la molestía de escribir un modesto homenaje a las mujeres y los hombres que vivieron y murieron por causa del Honor, la Nobleza, la Justicia, la Responsabilidad, y El Amor: y como dijera John Lennon:

     “All you need is Love”

 

    Vanderyazd Yaztemanpur Zendir Parraliyeh Haidar a 29 de Septiembre del año 2021.

    Completado con satisfacción y alegría.

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