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6.- Los primeros años del nuevo régimen.


    Los objetivos del movimiento anti-Omeya eran instalar a un comandante militar en el “ex-Califato” para los asuntos militares y de gobierno, es decir: los “asuntos mundanos” mientras que toda la comunidad islámica sería dirigida de manera espiritual por el líder Shia, que en aquel tiempo era Yafar Abanmuhmad, siendo que el comandante militar se debía subordinar a los mandatos religiosos del líder espiritual de los Shia.


    El comandante militar del momento era el Abas Abdul Abanmuhmad, del clan Hashimí, el cual tiene su origen en Hashim Abanabdamanf, bisabuelo del mismísimo profeta Mahoma, y por ende, todos ellos parientes de Mahoma. La rama principal del clan que fundó la secta secreta Hashimí era la rama de los Abasíes, descendientes de Abas Abanabdalamutlib, un tío de Mahoma, el cual es un ancestro directo del comandante militar Abas Abdul.   


    Lo primero que hizo Abas Abdul al llegar al poder militar, fue proclamarse a sí mismo Califa “provisional” ante las protestas de no pocos Shies, pero puso el pretexto de que tenía que ostentar ese poder para eliminar a cualquier pretendiente Omeya: así los pocos años que regenteó el gobierno, Abdul mandó rastrear y exterminar a todos los miembros de la familia Omeya, y los consiguió matar a todos, excepto a uno: Abdal Rahman, que huyó muy lejos al oeste, hasta llegar a España y gobernar de facto esa provincia: Abdal Rahman fundaría el Emirato que con el tiempo se volvería el Califato Español de los Omeyas menores.


    La inercia de la obediencia militar, la efervescencia de la victoria, el miedo a perder lo conquistado apenas un par de años después de tomarlo, la necesidad de que Abdul completara su cometido antes de morir (durante el inicio de la campaña enfermó, y en esos años la enfermedad siguió avanzando hasta tenerlo postrado y casi agonizante) y la inmensa mayoría de no Shias estrictos (otros musulmanes más “laxos”, muchos nuevos conversos que no entendían de sutilezas espirituales y un montón de “infieles” que participaron) hicieron que prácticamente no hubiera una revuelta Shia contra este nuevo Califa “provisional”. 


    Sin embargo el carácter provisional de este nuevo Califato se fue haciendo cada vez más brumoso, hasta que se cimentó completamente, como una nueva dinastía, la dinastía Abasí, y por ser esta una institución y una forma de gobierno contraria a los ideales utópicos Shies (por ser una forma de gobierno “mundana, impía y usurpadora”, es decir: pragmática, realista y práctica) es que por fin se comenzó a definir como doctrina, una corriente opuesta al Shiismo, (y a la larga mayoritaria), respecto del Islam: el Sunnismo o doctrina tradicional del Islam, que se fundamentaba en los precedentes de los gobiernos de facto en el Imperio Islámico desde la muerte de Mahoma, es decir: prácticamente desde los comienzos, la comunidad musulmana fue gobernada por comandantes militares que siempre fueron tendiendo gradual e imperceptiblemente hacia la monarquía.


    Durante el gobierno de 5 años del enfermo Califa Abas Abdul, en el que este se concentró en rastrear y exterminar a cualquier miembro de la familia Omeya, Ruzbeh pudo haberse consolidado militarmente al participar en campañas hacia el oeste del Erak, pero en 751, antes de que siquiera se le plantease la cuestión, se le informó sobre la muerte de su abuelo Harzad, por lo que Ruzbeh, lleno de pena, quizás no tuvo el carácter suficientemente frío como para proseguir en su faceta militar, además de que creía que con el triunfo de la causa Hashimí anti-Omeya “Ya se había alcanzado el gobierno ideal, al que sólo era cuestión de tiempo para que se le diera la perfección utópica, con el gobierno civil de un líder Shia, un heredero sanguíneo de la monarquía” Por lo que decidió regresar a su viejo terruño en Gur, para ver si alcanzaba los funerales de su abuelo, y para convivir con su familia algún tiempo.

Sassanid unit mod 1.4


   Estuvo conviviendo pues con su familia durante aquel invierno en Gur, donde Maqfar gobernaba como secretario-regente, cuando un día se enteró por su padre de una venta de esclavos, y sus pertenencias, los cuales eran extraordinarios: fueron esclavos adquiridos tras una dura batalla contra las fuerzas del Oriente, aún inconquistadas, las cuales al ser derrotadas, fueron salvadas de la aniquilación total porque su retirada fue cubierta por la guardia del “Emperador de los Infieles”, la valiente guardia que resistió hasta el final. Esta valiente guardia fue diezmada, y al fin sus sobrevivientes fueron capturados, junto con sus pertenencias.


    De este modo es que se vendía como simples esclavos a caballeros y damas extraordinarios, de la nobleza, que habían combatido para el Emperador mismo del Oriente y habían sido su guardia personal: conocedores de las artes refinadas, así como del noble combate caballeresco, y tenían un nombre que parecía tener un origen en la palabra Pahlab que significa “guardianes de la frontera”. Estaban siendo pues vendidos junto con sus pertenencias, que eran libros que contenían las nobles artes. 


    Estaban vendiéndolos de modo individual, pero Maqfar urgía a su hijo a que juntos convencieran a todo poblador de Gur que pudiera costear, que juntaran dinero y compraran a todos los esclavos juntos, al igual que sus pertenencias, por lo que todas las familias Mardabay del clan Mog reunieron dinero y convencieron al vendedor: un capitán llamado Hardama Abanayan, para que se los diera. En verdad tanto dinero obtuvo ese tal Hardama que se volvió millonario de la noche a la mañana, pues era el dinero de muchas familias reunido en las manos de un solo individuo: el enriquecido militar.


    De este modo todos estos caballeros y damas, reducidos a servidumbre, se convirtieron en mayordomos de las familias Mardabay, siendo que Maqfar y su hijo se quedaron con el antiguo jefe de la guardia esclavizada: Fyruz Abankabad de la noble familia Li, así como con otros esclavos guardianes, de los cuales sólo mencionaré a algunos: Azira Abansuhra, de la noble familia Karin, Borzyeh Abanburzamihr, del noble clan Asbar, y Adurdad Abanmaniag, de la noble casta de Zik. 


    Maqfar y su hijo se vieron asimismo dueños teóricos de los libros santos que portaban estos mayordomos, y al hojearlos, Ruzbeh se dio cuenta de que, aunque también eran monoteístas: eran profundamente anti-islámicos, propios de un pueblo que había sido enemigo de los árabes musulmanes prácticamente desde el tiempo de los Califas justos:


    Contrario al conservadurismo islámico, las tradiciones y las artes de la cultura de estos siervos implicaban una cierta igualdad guerrera y religiosa entre los hombres y las mujeres, las cuales obviamente no usaban velo y lucían sus largas cabelleras de colores varios: negro, rojo, castaño y rubio. Entre sus nobles artes estaban tanto el baile (considerado inmoral por no pocos musulmanes), como la pintura de objetos, plantas, animales y humanos (considerado idolatría por el Islam más cerrado) y además creían en una especie de asociación “Totémica” entre los animales espirituales y sus almas. Para empeorar el cuadro: sus más altos ideales implicaban la destrucción del gobierno Islámico: eran anti-islamistas por tradición.


    Por ello Maqfar el musulmán, aunque nunca quiso quemar esos libros, trató de convertirlos, casi a la fuerza, pero su hijo Ruzbeh siempre se interpuso entre el y los sufridos pero honorables siervos, sin embargo les dijo, y les repitió hasta inculcarles a ellos el deber de ser profundamente discretos y disimulados respecto a sus creencias, pues no todos los hombres libres de las extensas tierras islámicas serían tan tolerantes como sus ilustres nuevos amos. Así estuvo Abanamaqfar un año más en su tierra natal, lidiando con estos siervos potencialmente problemáticos, pero en cuanto pasó ese año, le escribió cartas al Califa informándole de su disposición para ponerse a su servicio en cualquier puesto en el que sea más útil para su servicio.


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