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PISTA sobre el misterio más grande de todos los tiempos.

 Palabras clave: Misterio, El secreto de Zendir, Cultura, Aventura


Fue creado por un Semidios: el padre de los Signos...

 

Su enigma encarnaba arcanos milenarios, retaba al mismo orden natural de las cosas.

 

Por eso los Dioses decidieron matar a su creador antes de que fuera indestructible.

 

Le encargaron a un ser siniestro el matarlo a traición.

 

 Más su muerte fue vengada por su hijo: el de mirada penetrante.

 

Pero: ¿Dónde quedó el escudo del enigma?

 

¿Alguien podrá encontrarlo?

 

¿El enigma será resuelto?

 

¿El misterio será revelado?

 

EL MÁXIMO GUARDIÁN DEL FUEGO. 




Epílogo.

    Abanamaqfar sólo tenía 33 años cuando enfrentó el suplicio final. Los cuentos que el tradujo todavía siguen en la memoria popular y mientras lees este ensayo, alguien en cualquier parte del mundo está contándole esas historias fabulosas a un niño. Pero Sufyan Abanmoauyeh es sólo pasto de la historia, y nadie lo recuerda, excepto por ser el infame que condenó a un gran sabio. 

 

    Jalid Abanabarmak, el cerebro detrás de la iniquidad, finalmente alcanzó el poder, e hizo justamente lo que le acusaron a Ruzbeh: él y sus descendientes trataron de gobernar en las sombras, hasta que fueron asesinados. Piénsese en el más “célebre” de estos visires intrigantes y tenebrosos: piénsese en Yaffar, famoso miembro de la estirpe de los Banubarmak, sobre todo por que aparece como villano en la historia de Aladdin según la versión de Disney.

 

    El Califa Alamansur sobrevivió durante 16 años más. Es conocido sobre todo por ser el constructor de la ciudad de Bagdad, que al día de hoy ha sido demasiado golpeada por otro Califato: el infame Daesh. La dinastía Abasí tuvo mejores Califas, más dignos representantes de aquella monarquía de facto, pero la sombra del crimen por la injusta muerte del mártir Abanamaqfar los siguió durante toda su historia: llegaron a ser monigotes desechables en manos de la guardia de palacio.

 

    Inclusive los jinetes del Imperio Mongol trataron al último Califa de Bagdad como un guiñapo, lo torturaron antes de matarlo. El sucesor de este Califa huyó a Egipto, donde fue también un títere de los Mamelucos ¡Mayor ridiculez no se puede escribir en una frase como la anterior!

 

 

    Luego Suleyman el magnífico, Sultán de los Turcos les arrebató el Califato. El último Califa del cargo históricamente contínuo: Abdul Mejid, perdió una magistratura que ya no significaba nada, en 1924, y fue expulsado de Turquía: no quedaba ya ningún poder real al otrora príncipe de los creyentes…

 

    Tras la muerte de Abanamaqfar, su padre Maqfar se hizo cargo de su nuera y sus nietos, así como de los siervos que en teoría eran de su “propiedad”. Vivieron en Basrah, en las propiedades que había adquirido el mártir. Vivieron en el anonimato de cara al público.

 

    Muhmad, hijo de Abanamaqfar se casó con una de las siervas llamada Durnahid. Se les conoce una hija: Nusaybi. Por su parte, Fedimi, la otra hija del mártir se casó con otro siervo Li Abanfyruz Abdal, perdiendo aparentemente su estatus de mujer libre, pero me gusta pensar que lo hizo por amor.

 

    ¡Bendito anonimato que les permitió a este grupo de familias conservar la vida y perpetuar la estirpe de la gente buena! Mientras que Califas y visires se mataban unos a otros o caían víctimas de los traidores y asesinos.

 

    Hoy, los descendientes de estos Jarudíes, de estos siervos, y entre todos ellos: de la estirpe de Abanamaqfar, se encuentran diseminados en varios países del mundo, incluyendo naciones que nunca les habría pasado por la cabeza a las gentes del Medievo que existían. 

 

    Ya muchos han olvidado todo esto, pero todavía habemos gente que nos tomamos la molestía de escribir un modesto homenaje a las mujeres y los hombres que vivieron y murieron por causa del Honor, la Nobleza, la Justicia, la Responsabilidad, y El Amor: y como dijera John Lennon:

     “All you need is Love”

 

    Vanderyazd Yaztemanpur Zendir Parraliyeh Haidar a 29 de Septiembre del año 2021.

    Completado con satisfacción y alegría.

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SECCIONES a las que pertenece este libro: Literatura.

 

Juego: Dragon Fire & Fury

Palabras clave: juegos de fichas, juegos de dragones, juegos medievales, juegos, dragón, dragon, fire & fury, fire, fuego, furia, fuego y furia

Dragon, Fire, Monster, Creature, Magical, Fairytale

 Dragon: Fire & Fury

Trepidante juego de fichas en las que debes defender y conservar a la princesa "robada" (que en realidad se fugó contigo) de las manos de tu terrible "suegro": un Rey furioso y avaro que en realidad quiere robarse el tesoro de gemas que custodias. Trata de completar el mayor número de fichas iguales para poder defenderte y contraatacar contra las oleadas cada vez más grandes de caballeros, guerreros y jinetes voladores que lo único que desean es arrancarte la cabeza. 

Click aquí para jugar 

 Videomuestra:


 
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21.- Ante mis horas finales.

 “He aquí el final del camino, el final de mi camino. La sangrienta espada aguarda por mi carne, ¿Y los hombres venenosos?: por mi sangre. Seis hombres seremos, seis y una multitud, cinco van a torturarme, a exhibirme, yo sufriré lo indecible. Cuatro van a amarrarme, mientras uno encenderá un horno, como si fuera a hornear pan. Tres van a mantener el fuego, mientras dos afilarán sus cuchillos. Dos van a ir cercenando miembro por miembro de mi cuerpo, mientras que tres irán lanzándolos al horno para que sean quemados como leña. Uno irá al suplicio final, mientras que cinco serán sus verdugos… cinco y una multitud enferma y blasfema.

 

    Estas son mis últimas horas: las últimas que me quedan para pensar con claridad, para mirar en mi interior, para recordar todo lo bueno que tuve en esta vida. Yo que fui guerrero, yo que fui poeta: pronto sólo quedarán fragmentos carbonizados de mí. Yo que pelee en Najband, en el Zab, y en otros campos sagrados. Yo que hice un honesto trabajo en Gur, en Sabur, en Kirmán y en Basrah: mi legado será desprestigiado. Yo que traduje sagradas obras, Inmortales. Yo que escribí obras indignas, indignas de los gigantes del pasado. Yo que protegí a los siervos Nobles del Oriente, cuando cayeron en esclavitud después de combatir valientemente. Yo que soy también protector de los Jarudíes, hermanos Musulmanes en la Fe. Yo el obstinado hijo de Mahurani, regreso al seno de mi madre. Yo el causador de dolor y desgracias a mi padre, espero que con el tiempo se cierre su profunda herida en el alma. Yo que dejaré solitario el lecho junto Jaydi, y a mis hijos en el abandono.

 

    ¿Qué son pues todas esas “hazañas”, todos esos logros? ¿De qué me sirven ahora, que estoy ante el filo de la muerte? Todo lo que he logrado ha sido echado a la basura por mi arrogancia y por mi ingenuidad. Arrogancia insultante que ha herido a hombres que pueden desmembrarme, y en verdad ya han decretado mi desmembramiento: es en estos momentos en que ni siquiera me agrado a mí mismo.

 

    ¿Qué son pues todas esas hazañas y logros? Todo lo que he hecho se desvanece ahora: se van las batallas, queda demasiado; se van los cargos, queda muchísimo; se van las excelsas obras de los Nobles, quedan muchas cosas; se van mis indignas obras, quedan varias cosas; se van mis siervos, quedan cosas y aspectos de mi vida; se van mis hermanos en la Fe, quedan pocas cosas; se va mi familia, quedan sólo las virtudes de la sagrada orden; se va la sagrada orden, quedo yo sólo: Cuando las innumerables cosas se van, sólo queda el uno, el absoluto UNO.

 

    Toda mi vida me he escapado, he intentado esconderme, he intentado huir de las sombras, las sombras que ahora me alcanzan. Ahora el miedo, los temblores, los horrores me alcanzan: estoy sólo ante el terror más absoluto y absurdo. Fantasmas y demonios devoran mis ropas y atraviesan mi piel ¿Qué me queda?

 

    Desnudo de todos esos cargos, riquezas y falsos honores estoy, desnudo como cuando nací del vientre de mi madre. Ahora no soy diferente a un animal acorralado por los cazadores: sintiendo lo mismo que él. Esa es la verdad, afronto el hecho de que siento lo mismo que una acorralada bestia sin razón ni entendimiento, de esas que se arrastran en el campo y comen deshechos. Ya me han quitado todo, inclusive la posibilidad de una muerte digna: ya no tengo nada que perder.

 

    Todo lo que me quitaron se desvanece, como humo en la brisa. Estoy solo, desnudo, indefenso, exhibido ante el terror más absoluto y absurdo. Estoy enfrentando a la pesadilla verdadera. He aquí la pesadilla del suplicio casi eterno que precede a la muerte. Ya me han quitado todo: no tengo nada que perder.

 

    Ante mis horas finales, no soy diferente que un animal o un niño entre los lobos: sentimos el mismo terror primitivo, el miedo a la muerte. Lo único a lo que puedo aferrarme es a mi FE, y la siento como parte de mi ¿Soy yo mismo o es un Don de Dios? ¡Dios eterno! ¡No permitas que resista el inicio del suplicio! ¡No soy un profeta, pero te pido que mandes un sustituto como cuando salvaste al profeta Jesús (Que Dios lo bendiga y le dé siempre la Paz)! ¿Mandaste un sustituto, o en verdad los Cristianos tienen razón cuando dicen que el profeta experimentó el dolor y la agonía de la muerte?

 

    ¡Perdóname Dios Misericordioso! ¡Perdóname y apiádate de mí! Ahora que me han quitado todo, no me queda ni el miedo a la blasfemia: pero es que me gusta pensar que el Profeta Jesús, ante sus horas finales, decidió dar el paso final, el paso decisivo. Si el Profeta Jesús, sabiendo que su mensaje le causaría muerte, pero su mensaje daría la vida a los Judíos, Cristianos y Musulmanes, entonces el Evangelio de los Cristianos es el testimonio de un Profeta valiente: en verdad más valiente que yo.

 

    Si eso es verdad, entonces ¡Dame la fuerza Señor! ¡Dame el valor de afrontar la hora final como quizás se lo diste al Profeta Jesús! ¡Bendícelo siempre y dale la Paz! Me gusta pensar en un Profeta cercano a mi sufrimiento, y que entiende el terror próximo de la muerte por tortura. Me gusta pensar como, según el libro de los Cristianos, Tu Profeta dijo:

 

    “Si Tú quieres Dios, haz que este cáliz pase de mí. Pero si no: que se haga tu voluntad.”

 

    Ahora yo te digo Dios Eterno: ¡Que se haga tu voluntad! ¡Que se haga tu voluntad! ¡Que se haga tu voluntad! Ahora acepto mi suplicio, ahora la agonía de la muerte que está cada vez más próxima. Pendiente hacia abajo, inevitablemente, se cierne sobre mí la muerte…

 

    He aquí el final del camino, el final de mi camino. La sangrienta espada aguarda por mi carne, ¿Y los hombres venenosos?: por mi sangre. Seis hombres seremos, seis y una multitud ávida de muerte, hambrienta de sufrimientos, sedienta de agonía. 

 


 

    Estando sólo en mi fría prisión: no espero el día de mañana. Pues el mañana traerá el dolor, de mi carne desmembrada. Cada segundo golpea al corazón, pues está cerca la condenación. Sólo le pido a Dios el valor, para enfrentar al más grande dolor.

 

    Con cada latido golpeando, y con cada rayo del cielo. Me doy cuenta que Dios permitió, el terror y el sufrimiento. Esta es la prueba, la prueba final: ¡Es el momento de la verdad! Desnudo y sólo el hombre va: para enfrentarse al juicio final.

 

    Y el futuro se ve más oscuro, pues se acerca mi suplicio… 

 

    Ahora puedo ver al Diablo que está oculto: en esta condena y su juicio…

 

    Se acerca la hora, para el final, el terror se apodera de mí. No puedo ocultar, y ni controlar, el temblor imparable así. Los ojos de la muerte, apuntan tenebrosos aquí. Escucho, esos pasos, se acercan, ¡Ya están aquí!…”

 

    “¡Ruzbeh Abanamaqfar Abdal! ¡Prisionero Abdal! ¡Ya llegó su hora! ¡Acompáñenos!”

 

    Y la criatura resignada, uno de los muchos hijos de Dios, un sabio mártir por la causa de la Nobleza camina sus pasos finales.

 

    “¡Abran paso al condenado! ¡Abran paso al prisionero!”

 

 

    Y ante la despreciable multitud, el frío Califa, que ha viajado hasta Basrah para condenar personalmente a alguien a quien siente que le debe la última “Honra” con una voz rígida y glacial dice:

 

    “En el nombre de Dios, El Honorable, El Verdadero, ¡El Justo! Yo Quraysh Hashim Abas Abanmuhmad Abdal Halabiyeh Alamansur, Califa del Profeta, Príncipe de los creyentes, te condeno a ti: Abdal Guriyeh Abanamaqfar, por los cargos de: conspiración contra el Califato, herejía, apostasía, ateísmo e injurias hacia el gobernador Sufyan Abanmoauyeh. Te condeno pues Abdal Abanamaqfar a la muerte por desmembramiento. ¿Tienes alguna última palabra para decir?”

 

    “En realidad si: no se me ha concedido el honor de una muerte rápida, por lo que esta multitud siempre creerá que fui un indigno, pues en los momentos del dolor más agonizante, parecerá que he perdido toda la dignidad y el valor, y que soy un cobarde. 

 

    No se me concedieron tampoco mis mejores ropas de gala, sólo esta sábana sucia e inmunda, pero hoy ante todos ustedes me quito esta sábana sucia: 

 

    ¡Desnudo salí del cuerpo de mi madre! ¡Desnudo regreso al terror, al frío, al dolor y a la inconsciencia de la muerte!

 

    Pero sepan todos ustedes que aún despojado de todo, aunque me han quitado todo ¡Estoy vestido de honor y dignidad: no estos asquerosos chacales sedientos de sangre y de muerte!

 

    Hoy ante su juicio espurio yo aparezco como un “culpable” y se me condena por cargos de falsedad. Pero en el día final estaremos todos juntos, ante el tribunal del juicio de Dios, ¡Y apareceremos desnudos de cualquier hipocresía u ocultamiento ante El Justo! Entonces el veredicto será muy diferente, y los condenados al suplicio serán todos ustedes.

 

    Termino con esto: Califas mueren, y Califas suben al trono. Los reinos surgen y se desmoronan ¡Pero nadie nunca olvidará que existimos personas capaces de morir por causa de La Verdad! ¡Nadie nunca olvidará que condenaron a un inocente y a muchos inocentes, y la sangre de los justos manchará por siempre sus manos! Pero ustedes vivan ¡Regodéense en su inmundicia, su hipocresía, su blasfemia y su cobardía! ¡Coman su carne! ¡Beban su vino! ¡Acuéstense con sus esposas! ¡Mientras tanto yo muero por la causa de La Verdad, del Honor y la Dignidad! Pues vale más morir por la vida, por la vida llena de sentido, que vivir por la cobardía y la blasfemia.

 

    ¡Muchachos! ¡Acaben conmigo! ¡Vengan y destrócenme! ¡Oigan mis gemidos y consuélense creyendo que soy igual de cobarde e indigno que ustedes! 

 

    ¡Dios es testigo! Dios es testigo: Dios es testigo…

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