En cuanto llegó
a la edad adulta, su padre Dadiyeh y su maestro Sahl intercedieron ante el
gobernador del Erak, Yusuf Abanumar Adaqfa para que su hijo obtuviera algún
puesto, aunque fuera menor, desde el cual comenzar a destacar, por lo que se le
dio la oportunidad a Ruzbeh de trabajar de secretario en la ciudad de Sabur, no
muy lejos de Gur, en la provincia de Persia.
Allí sirvió
para el alcalde Masih Abanhauari durante 3 turbulentos años, pues nuevamente
surgía una guerra civil (la tercera) para golpear a los odiados Omeyas,
entonces en el transcurso de la guerra el gobernador Abanumar huyó del Erak.
Después se supo que fue asesinado. El Califa del momento nombró a su sustituto
Mansur Abanyimhur quien a su vez designó a Sufyan Aban Moauyeh Muhalab como
alcalde de Sabur, aunque su predecesor se negó a dejar la alcaldía, pero cuando
fue amenazado por carta de que enviarían tropas gubernamentales a darle un
adecuado reemplazo y retiro, se fue por miedo.
Ruzbeh quiso
permanecer valiente e insensatamente como secretario a la espera de la llegada
del nuevo alcalde, pero su padre y su maestro viajaron inmediatamente hasta
Sabur para ordenarle que se fuera, y aunque se negó y entró en acaloradas
discusiones con estos, prefirió obedecerlos para no ver manchado su honor como
hijo desobediente.
Viajó pues de
regreso y estuvo muy disgustado en Gur, sin embargo su padre le informó que se
había convertido al Islam, y que había cambiado su nombre por el de Mubarak:
Dadiyeh Abanharzad Mubarak Guriyeh Maqfar, y que como sus nuevos “hermanos”
musulmanes siempre lo iban a apodar por su mano seca, no tuvo más remedio que
aceptar ese nombre.
Pero más
importante aún que su conversión al Islam, Maqfar le reveló que lo hizo con el
propósito de contribuir a la caída de los odiados Omeyas, pues apoyaba a la
facción Shia, pues sabía que la guerra civil continuaría y una secta secreta
llamada los Hashimíes estaba agrupando a todos los grupos que estaban en contra
de los Omeyas, incluyendo a los Shias y a la orden Dihakaneh, y el hecho de
haberse convertido en musulmán (de la rama Shia, pero esto más específico en
secreto) le había proporcionado las claves y los métodos para contactar en
secreto a los Shias y saber acerca de la conspiración Hashimí.
Así por ejemplo
el movimiento Shia llamado Jarudiyeh conspiraba en secreto, y había entrado en
contacto con el adepto Sahl, y a través de este, con Maqfar. Este movimiento
había estado liderado en secreto por Zayid Abanali, hijo de Ali Abanhusayn, y
por lo tanto reivindicaba la herencia del antiguo Reino Noble bajo un gobierno
Shia.
Pero cuando
murió Zayid Abanali, el movimiento se fracturó y se “depuró”, siendo que Sahl y
Maqfar acogieron a todos los disidentes que pertenecían al “nuevo Jarudismo”,
el cual en general parecía ser un total fracaso, pero Sahl y Maqfar supieron
reconducir a los disidentes hacia motivos superiores y más generales: el apoyo
al Shismo en general, con el propósito superior de derrocar al Califato Omeya.
En esa esos
años Ruzbeh se enteró de todo ello, y se consoló al saber que los motivos eran
para derrocar al gobierno que había lastimado a su padre. En esos años Ruzbeh,
su padre Maqfar, su abuelo el anciano Harzad y su maestro Sahl colaboraron en
secreto con los Shias para derrocar desde dentro al gobierno local de Gur, y a
todos los gobiernos locales del Irán, contribuyendo en gran medida a la toma
del Irán por parte del general Shia Abdal Abanmoabya durante unos años, quien
nombró a Sahl Abanahmad como alcalde de Gur.
Así durante un
año (745-746) Sahl fue alcalde de Gur, Maqfar fue secretario de gobierno, y
Ruzbeh Abanamaqfar fue nombrado secretario-regente de Sabur, encerrando a
Sufyan Abanmoauyeh, pero apiadándose de él y manteniéndolo bajo arresto
domiciliario, porque así lo fomentaban las tradiciones de la sagrada orden
Dihakaneh.
Pero después un
general Omeya llamado Sufrah Abanhubayra Abanzubar derrotó a las fuerzas Shias,
entrando en Gur y matando al alcalde Sahl. Sin embargo la familia de Ruzbeh
huyó hacia Sabur, con los restos de su ejército derrotado, y los Shias más
vulnerables (ancianos, mujeres y niños) que estaban bajo su protección para
apoyar al joven regente en la defensa de la ciudad.
Allí Ruzbeh
salió a la batalla, combatiendo gallardamente en primera línea, pero fue derribado
del caballo y fue tomado prisionero, mientras que las fuerzas Omeyas
destrozaron al ejército Shia y sitiaron la ciudad en 746. Maqfar, que
encabezaba la defensa de la ciudad, fue conminado a entregarla, pues su hijo
era rehén de Sufrah Abanhubayra, y si entregaba la ciudad, y mostraba que el
anterior alcalde Sufyan estaba vivo, se le perdonaría la vida al joven Ruzbeh.
Por ello Maqfar
no tuvo más remedio que entregar la ciudad, en la que entró victorioso el
general Sufra, más cuando su ejército se disponía a llevarse prisioneros tanto
a Dadiyeh como a su hijo Ruzbeh hacia Damasco para un incierto destino, la
gente de Sabur se rebeló y amenazó con atacar a los guerreros Omeyas: hasta ese
nivel se había ganado Ruzbeh a los pobladores.
Al general no
le convenía desestabilizar la plaza de Sabur, sabiendo que el régimen Califal
estaba tan debilitado, que no podía prescindir de la estabilidad de cada una de
las ciudades del Irán, pues necesitaba desesperadamente tenerlas controladas,
por ello perdonó a Ruzbeh y a su padre, confirmó al liberado alcalde Sufyan, y
viajó a Kerman desde donde controló el Irán, instalando inclusive a Ruzbeh como
su secretario personal, pero manteniéndolo muy vigilado.
En el 748 Sufrah
Abanhubayra envió a su capitán Amir Abanyubar para sofocar la revuelta de los
árabes del Jorasán, la cual estaba instigada por los Hashimíes, los Shias y por
etnias Iraníes: por fin la rebelión cuidadosamente planeada por los Hashimíes
tenía la fuerza para volverse un peligro serio: a todos los unía su odio por el
Califato Omeya.
Amin Abanyubar
fue al encuentro de los rebeldes, pero fue derrotado desastrozamente en Ispahan
en el 749 por el general Hashimí Qahtab Abanshabib Alatya, quien siguió
avanzando profundamente en Irán. Cuando los guerreros Omeyas supieron del
desastre de Ispahan se amotinaron encabezados por un capitán llamado Aqba
Abanbahdal, contra su señor Sufrah Abanhubayra, y por miedo querían matarlo,
pero esta vez Ruzbeh le devolvió el favor al gobernador, convenciéndolos de que
le perdonaran y que lo llevaran prisionero, pero sin hacerle daño.
Después de aquello, el nuevo general Aqba
envió un mensaje a las fuerzas Hashimíes de Qahtab, anunciándole que se pasan a
su rebelión, por lo que estas fuerzas ex-Omeyas se pasaron al bando Hashimí, y
así engrosaron aún más sus filas. Luego, al enterarse el alcalde Sufyan
Abanmoauyeh también se pasó al movimiento Hashimí enviando a muchos partidarios
civiles.
Dentro de la
unidad de Aqba, muchos Pahlab-hablantes combatieron, siendo que en la
caballería acorazada peleó nada más y nada menos que Ruzbeh, decidiéndose con
sus actos por la postura pragmática belicista de su propio padre Maqfar. Así
viajó junto con el ejército Hashimí de victoria en victoria hasta llegar al río
Zab, al oeste del Erak, donde derrotaron de manera decisiva a los Omeyas e
hicieron huir al Califa mismo Marun hacia el oeste: la revolución instigada por
los Hashimíes había triunfado. De entre todos los no-árabes que participaron,
el más célebre inicialmente fue Ruzbeh “Abanamaqfar”, pero había otro que al
menos en aquella época le hacía sombra: el converso al Islam Jalid Abanabarmak.
Si bien Abanamaqfar y Abanabarmak parecen patronímicos muy similares, de
no-árabes en circunstancias similares, combatiendo en el mismo ejército, los
dos individuos en sí mismos eran personas opuestas: si dentro de su corazón
Abanamaqfar peleaba por lo que él creía justo, y lo hacía por Dios, Abanabarmak
se unió por pura conveniencia, y lo hacía por el Diablo.
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Este capítulo es parte del libro: Cultura, cultivos y jardines.
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