La respuesta la
tenemos en la creencia preislámica de Abanamaqfar, la cual se llamaba en
Pahlab: Den Banguji, que significa “Buena religión”. Esta religión, sumada a la
tradición anterior, fueron las responsables del revolucionario concepto del
Firud, que es más decisivo de lo que inicialmente pueda pensarse:
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En tiempos preislámicos, más de mil trescientos años antes de Abanamaqfar, un sabio constructor de la ciudad de Hamadan, que la tradición de los Dihakan llamó Mahabad Naryman, conocido por otros pueblos como Dirbán, Aldebarán, o Deyoces, formuló y llevó a la práctica un concepto revolucionario: el concepto del Santuario natural, concepto tan amplio, que transformaría al mundo definitivamente y para bien:
Según las enseñanzas de este Mahabad/Dirbán/Aldebarán: El Dios verdadero, el único, había creado a la primer pareja humana, dándole por residencia una tierra llamada Adén Kanbuyi, rodeada por cuatro hermosos ríos, donde vivían criaturas que convivían con ellos. Allí también estaban los más bellos frutos, y por ello los primeros seres humanos vivían en felicidad plena.
Sin embargo el Dragón maligno, Satán el hijo de las estrellas, se rebeló, tentando a los primeros humanos y provocando su pecado por desobediencia, su caída y por lo tanto su expulsión del hermoso Adén Kanbuyi. Desde entonces el género humano vive errante entre espesas y peligrosas selvas, desiertos, bosques tenebrosos, estepas frías y secas, y turbulentos mares.
El Dios único seguía manteniendo la perfección de un santuario celestial en una especie de plano arquitectónico en su Omnisciente mente, pero hasta que los humanos no construyeran uno equivalente, Dios no se decidiría a construir el santuario celestial, pues en verdad podía conectar las herramientas celestiales con las manos físicas de los humanos mediante una especie de hilos plateados inmensamente largos, casi infinitos: en lugar de Dios usar a los hombres como marionetas vivientes, estos pueden mover herramientas angelicales en el cielo y construir a distancia al santuario celestial… ¿Cómo pueden hacer eso? Pues simple y sencillo: si en la tierra construyen santuarios naturales, lo más hermosos posible, en los que habiten plantas, animales y modestos edificios dentro de ellos, y así la gente viva en austeridad, felicidad y contacto continuo con la naturaleza que les provea de alimentos y alegría.
El ser humano, al no ser una marioneta, tiene la libertad de construir los santuarios naturales, haciendo del mundo un lugar cada vez mejor… o puede seguir viviendo como está, condenándonos a todos a la destrucción ecológica, incluyendo a la naturaleza. Por lo tanto no sólo somos libres según el tal Mahabad Dirbán, sino que somos responsables de lo que nos suceda como especie, rodeados de un entorno similar al del antiguo Aden Kanbuyi, pero en una forma degradada y degenerada.
Por lo tanto es nuestra responsabilidad el decidir seguir viviendo bajo los estándares de Satán el Dragón, o bajo los estándares de Dios El Creador, y debemos tomar alguno de los dos bandos. Pero hasta el día en que no esté cubierto todo el ámbito humano por maravillosos santuarios naturales, en los que el ser humano y el resto de los seres vivos no vivamos en el máximo de justicia y plenitud terrenal posibles: seguiremos condenados a reptar en nuestra desigual condición miserable, siendo así que la expulsión del Aden Kambuyi de nuestros primeros padres no ha borrado en nosotros (el recuerdo es casi genético) la nostalgia por habitar en un santuario natural.
Pero el día en que nos decidamos a tomar partido por Dios El Creador, y comencemos a organizarnos para poner nuestro granito de arena y hacer del mundo un lugar cada vez mejor –o menos peor, como se le quiera ver-. Dios conectará nuestras manos con esos hilos de plata para que al mismo tiempo que usamos las herramientas terrenales para organizarnos en comunidades y trabajar construyendo esos santuarios: los edificios, las vallas, sembrar los árboles y las hortalizas, crear e irrigar acequias, traer y cuidar a los animales, y vivir desempeñando un oficio honesto dentro de los edificios rodeados por la sagrada vegetación, puedan esos hilos plateados, cual controles remotos espirituales, dirigir a distancia aquellas otras herramientas para construir santuarios en la otra vida.
Luego se deduce que según las creencias de aquel caudillo/profeta, los muertos, “los que duermen”, no están inmediatamente en la otra vida, pues lo que vendría a ser el cielo, no está construido aún, y por ello es que siguen durmiendo, aguardando el día final.
A propósito del día final: cuando por fin la humanidad haya llenado al mundo de maravillosos santuarios naturales, Dios bajará a la tierra, en el día final, para resucitar a los muertos, (tanto los que contribuyeron a mejorar al mundo, como los que lo empeoraron), siendo que los constructores se alinearán con Dios Creador y sus Santos Patronos Ángeles, y los destructores se alinearán con Satán Dragón, y sus Malditos Criminales Demonios: alineados frente a frente para la batalla final: el Frasagird.
Obviamente en la batalla Dios y sus hijos los constructores triunfarán, y como sus manos habrán construido el santuario celestial a distancia, y Dios habrá preparado las moradas del cielo para ellos, entonces por fin la humanidad podrá habitar el santuario celestial: hasta que no pase eso, lo mejor que podemos hacer individualmente con el resto del tiempo que nos queda, es elegir construir lo que podamos, es decir, trabajar diligente y constantemente en algo constructivo, con la mirada puesta en un santuario, y así lograr la felicidad mediante el trabajo duro y el espíritu austero, capaz y virtuoso.
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Por lo tanto, el ser humano al dejar de ser pasivo en la cruel contienda entre el bien y el mal, del cual es una víctima, se vuelve alguien responsable: y es esta responsabilidad la que lo dignifica, quizás por primera vez en la historia. Por lo tanto el ser humano adquiere una serie de dádivas legales: los primeros derechos humanos, junto con algo que aún no tenemos en el moderno paradigma de la carta de derechos: Los deberes humanos.
El ser humano, emancipado de este modo del lastimoso fatalismo, pasa a revestirse de una dignidad nunca antes vista (El Reino Noble es el primero que históricamente abolió la esclavitud, allá por el 650 a.C.), y cuando ejerce su libre albedrío para el bien, se convierte en un auténtico Noble, y como los Nobles deben estar juntos para ser más eficaces, es que surge el Reino de los Nobles, en el que vivieron hombres admirables como Kabad el Rey Capitán, Anushirbán El Inmortal, o el Doctor Borziyeh.
Así que el fundamento filosófico, en el que se basó el fundamento legal, del Reino Noble, fue (y es) el de acercar a la humanidad cada vez más al día en que pueda ascender al santuario celestial junto a Dios. Así pues estos santuarios de esperanza, y El Reino que hacía viable su construcción, fueron vistos como una enseñanza de Dios para la Salvación de la humanidad: ese fue el propósito más elevado del Reino Noble.
Desgraciadamente Dirbán estaba muy ocupado fundando y organizando el Reino (que posteriormente sería conocido como el Reino Noble)como para fijar bien esa doctrina, en una religión específica, por lo que tuvieron que pasar 100 años aproximadamente para que un alguien tomara la batuta religiosa y formulara de un modo más exacto a esta doctrina: me refiero al profeta Zartusht.
Con Zartusht queda establemente fijada la doctrina de los santuarios, dando nuevos nombres a cada concepto mencionado más arriba. Pero el concepto que nos interesa aquí es el del Jardín: así pues, la palabra Firud, que justamente significa eso, viene de la palabra en Pahlab que es Firadsa, compuesta por Fir (“Alrededor”) y Daiza o Dus (“Muro”), por lo que Firadsa significa literalmente “Muro alrededor” ¿Por qué esta definición? Porque los santuarios naturales, mencionados en la susodicha doctrina, por más amplios y extensos que estuvieran, debían estar protegidos para resguardar a la naturaleza de los peligros del exterior: vientos secos, taladores de árboles, cazadores desordenados, plagas y enfermedades, etc…
Claro que Zartusht, viviendo más de mil años antes que Abanamaqfar, no hablaba el Pahlab, sino un idioma antiguo ancestro del Pahlab: el Ariya (“Noble”), llamado posteriormente Husbariyá (“Antiguo”), y la palabra que usaba para decir muro alrededor era Pairidaeza. ¿Les suena esa palabra?
¡Por supuesto! Pues del idioma Ariya pasó al Griego como Paradeisos, y de allí al Latín como Paradisus, por lo que en inglés se llama Paradise, y en Español nos referimos al Paraiso.
Comprobamos luego la tremenda influencia que esta doctrina de salvación tuvo en el judaísmo post-exílico (Después de que los Judíos regresaran de Babilonía) cuando descubrimos que en el Antiguo Testamento, en el idioma Hebreo, la palabra Paraiso se dice “Pardes”. Por lo tanto sólo hay dos opciones: o la doctrina Noble es falsa, una herejía, y por lo tanto, juntamente con ella el Judaísmo y todos los monoteísmos derivados, incluidos el Cristianismo y el Islam.
O la esencia y lo mejor de esa doctrina es verdadera, y por lo tanto también lo mejor del Judaísmo y el Cristianismo. Yo me inclino más por la segunda, creo en ello, y practico en mi vida ese ideal de Nobleza: porque dignifica al ser humano, sin inculcarle soberbia pero si responsabilidad, además de que le da esperanzas, y no del tipo de esperanzas que tiene alguien pasivo, que espera que todo le caiga regalado, “peladito y en la boca” del cielo, sino del tipo de esperanza activa que nos hace persistir más y ser más trabajadores. ¿Y tú?
Fuera ya de esta digresión, notamos que Pairidaeza evolucionó en el dialecto Partaba, derivado de la lengua Noble, con la palabra Paradisa, y de allí se palatalizó en la palabra Firadsa “Paraiso”. (El Partaba se convirtió en el dialecto Pagdab, para llegar a ser el idioma Medieval Pahlab). Luego, como concepto de “jardín”, Pairidaeza se convirtió en Parodza en el dialecto Partaba, hasta llegar a ser Firud, es decir “jardín”.
Pero ahora que sabemos que el Reino Noble construía jardines paradisiacos, como el principal motivo de su existencia, podemos hacernos la pregunta ¿Qué es un Reino, o sobre que cimientos se sustenta? Fácil, un Reino se sustenta sobre una civilización ¿Y cual es el modo de vida determinado de una civilización? Fácil también: la civilización tiene un modo de vida llamado CULTURA.
Por lo tanto, la cultura del Reino Noble estaba basada medularmente en la construcción, mantenimiento y uso (para trabajar, para alimentarse, para entrenar o para meditar y perfeccionarse) de los jardines paradisiacos, siendo pues la cultura, no sólo lo que es útil para la vida, sino también LA ESENCIA DE LOS JARDINES, los santuarios que dignifican al ser humano mediante el trabajo, la disciplina, la virtud y la alegría: la cultura es todo eso.
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Este capítulo es parte del libro: Cultura, cultivos y jardines.
(Lo puedes descargar en este enlace)
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