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El reloj de una bomba es programado manualmente… el criminal corre hasta depositarlo en la cajuela de un auto, mientras que se pierde entre las sombras cuando la pareja está a punto de subirse en él. De esta forma es como abre una de las mejores escenas del cine de todos los tiempos, grabada en plano secuencia por una cámara montada en una grúa, por la que pasa el paisaje ininterrumpido de una zona fronteriza entre México y Estados Unidos, y vemos como la pareja protagonista coincide varias veces con el auto que está a punto de estallar, haciendo que la tensión por el peligro de ser alcanzados por la futura explosión sólo vaya en aumento…
¿Y qué genio cinematográfico estuvo detrás de la filmación de esta escena mundialmente reconocida? Nada más y nada menos que Orson Welles.
Hay algunos que todavía dicen que personas como Orson Welles poseen un talento “extraordinario”, como bajado del cielo, como si fueran bendecidos por el toque mágico de los Dioses con un don que el resto de los mortales no poseemos… nada más alejado de la realidad.
En el caso de Orson Welles, asistimos como expectadores a la vida de un hombre, que de pequeño, cuando se descubrieron sus incipientes talentos, fueron alentados tanto por sus padres, como pulido su diamante en una escuela artística: ese es el resultado de la educación basada en fomentar el cultivo de los talentos, las actitudes y las aptitudes de un niño. Sólo que ciertos sectores hipócritas de la sociedad no quieren reconocerlo, y en cambio prefieren seguir propagando el mito del “híper talentoso que se le da fácil el arte, y sus ideas le bajan del cielo.”
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De esta forma es como Welles fue alentado por su madre a encausar su talento en la pintura y la música. Sin embargo un amigo de la familia, el Doctor Maurice Bernstein fue el que guio a Orson definitivamente hacia el teatro, por lo que a partir de los 8 años Welles comenzó a participar en obras escolares, hasta que a los 10 años dirigió su primer obra: una representación escolar del Dr. Jekyll & Mr. Hyde.
Gracias a la demostración del cultivo creciente de su talento, su juicioso padre lo inscribió en una escuela adecuada para sus aptitudes: la Todd School de Illinois, donde pudiera encausar correctamente su capacidad creciente para el teatro. Allí el profesor Roger Hill le inculcó las mejores ideas artísticas que después serían usadas progresivamente por su genialidad cuidadosamente cultivada desde la infancia.
Tenemos pues al final de la adolescencia de Welles un talento alentado, adecuadamente cultivado desde la infancia, una educación que también alienta al esfuerzo y la perseverancia, y un sentido de lo adecuado y el buen gusto, bien calibrado todo esto prácticamente desde que era niño, y con todo esto podemos entender perfectamente el resultado: el pretendido genio “extraterrestre, superior a los directores y guionistas humanos” que nos quieren vender los detractores del esfuerzo y robadores de mérito, siendo que el mérito lo tienen por partes iguales el esfuerzo, la constancia y el talento de Welles, y el buen juicio de sus padres y maestros.
En la vida no existen “facilidades” para la excelencia, lo que existe son envidias excusadas detrás de esos argumentos del “talento celestial que les facilita todo a los genios”.
Gracias pues a la demostración de su capacidad interpretativa y de dirección en obras de Shakespeare, las puertas se le abrieron hacia el radio, donde a sus 23 años le dieron la adaptación radiofónica de “La guerra de los mundos”, cuya célebre primer transmisión fue tan magistral, y en cierto modo “realista” que aterrorizó a todo Estados Unidos, pues los hizo creer que estaban escuchando la llegada de verdaderas naves extraterrestres. Tanto impacto causó aquella terrorífica transmisión, que al día de hoy, muchos que no han visto siquiera una película de Orson, sin embargo han oído hablar de la “broma de los marcianos del radio”. Yo mismo en la infancia ya había escuchado esa historia, y todavía no había visto ni una película de este genial director.
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El impacto de esta increíble “bromita” hizo que la Radio Keith Orpheum Pictures le diera un contrato a Orson para que a sus 25 años pudiera filmar tres películas, dándole libertad creativa total: el sueño acariciado de todo cineasta. De este modo es como en 1941 fue filmada la película “El ciudadano Kane”, considerada por muchos como “la mejor película de todos los tiempos” (Aunque yo la considero de las mejores de todos los tiempos, creo que es otra la que merece semejante calificación).
Sin embargo, siendo esta película basada en la vida del magnate multimillonario William Randolph Hearst, este tipo trató de boicotear la película, y al no poder hacerlo, lanzó una campaña publicitaria en su contra (después de todo: tanto él como Charles F. Kane, el personaje basado en él, fueron magnates de los medios de comunicación).
Por esto, y por ser una película adelantada a su tiempo, es que “Ciudadano Kane” fue un fracaso en cuanto al recibimiento del gran público, para inmediatamente después de aquello ir ganándose un público de culto que lenta pero imparablemente creció hasta lograr el reconocimiento universal que ahora tiene. Por ello, la estela de éxito temprano que tuvo Orson, se fue desvaneciendo a partir de allí, hasta que su nombre se convirtió en sinónimo de riesgo para los estudios de cine. Fue así que a finales de los años 40´s Orson Welles salió de Hollywood, y por presiones del imperante Macartismo, terminó por salir inclusive de USA. Sin embargo fue en Europa donde recuperó el prestigio inicial, y lo consolidó filmando algunas películas en el viejo continente, mientras que su primer película fue adquiriendo poco a poco el estatus de película de culto.
Gracias a eso, y a la ganada aureola de “cineasta gringo que triunfa en Europa: ¡Wow!” es que al regresar Welles en el 57 a su país, le permitieron formar parte nuevamente del selecto círculo de artistas del cine en USA. Es con ese prestigio bien ganado con el que decidieron “darle una segunda oportunidad” a Welles, encarnando un papel para la adaptación cinematográfica de una novela “Noir” llamada “Badge of evil”. El protagonista de esta película sería encarnado por un actor de peso, que estabapor consagrarse (más en concreto: al siguiente año) llamado Charlton Heston.
Se suponía que Welles sólo iba a actuar, pero cuando Heston supo que Orson iba a participar, creyó que la iba a dirigir, y con entusiasmo les telegrafió a los productores que el haría cualquier cosa que le ordenara el director Orson Welles: él estaba más que dispuesto a ello, por trabajar con un genio. Gracias a esto, los productores decidieron darle el puesto como director a Orson.
A partir de allí, el genio reescribiría el guion, que, basado en la novela: situaba la acción en California, donde el policía protagonista era un Estadounidense casado con una Mexicana. Con la reescrtura “Orsoniana” el lugar de los hechos fue trasladado a un pueblito Mexicano de frontera llamado “Los Barrios”, con un protagonista Mexicano casado con una Estadounidense, agregándole de este modo, el conflicto de frontera al de matrimonio de dos nacionalidades.
Por ello es que Charlton Heston interpretó a un Mexicano, con la piel pintada y lentes de contacto, y el papel de su esposa fue para la actriz Janet Leigh.
Spoilers a partir de aquí:
Es en este contexto en el que un magnate gringo tiene una amante y va a México para estar con ella. Una vez que vuelven a su automóvil, van caminando sin saber que unos hampones están por ponerles una trampa:
El reloj de una bomba es programado manualmente… el criminal corre hasta depositarlo en la cajuela del carro del magnate, mientras que se pierde entre las sombras cuando la pareja está a punto de subirse en él. De esta forma es como abre la película “A Touch of Evil”, con una de las mejores escenas del cine de todos los tiempos, grabada en plano secuencia por una cámara montada en una grúa, por la que pasa el paisaje ininterrumpido de “Los barrios” una zona fronteriza entre México y Estados Unidos, y vemos como la pareja protagonista, es decir Mike Vargas (Charlton Heston) y su esposa Susan Vargas (Janet Leigh) coincide varias veces con el auto que está a punto de estallar, haciendo que la tensión por el peligro de ser alcanzados por la futura explosión sólo vaya en aumento…
Al fin explota el automóvil del magnate… en territorio estadounidense, aunque la bomba ha sido colocada en México, por lo que la policía llama a su mejor detective: Hank Quinlan, quien es interpretado aquí de forma increíble por el mismo Orson Welles, en el papel que de todos modos ya le habían otorgado antes de darle la dirección de la película.
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Este Hank Quinlan tiene un trágico pasado: habiéndole salvado la vida a un compañero suyo, el sargento Menzies, recibió una bala por él en la pierna, quedando cojo de por vida. Esta bala incrustada, y el dolor que siente en ella, son como la pierna reumática de un anciano: si a este le avisa que viene la lluvia, a Quinlan le avisa que está frente a un culpable.
Luego su esposa fue asesinada por un “mestizo” (lease: Mexicano), y aunque Quinlan estaba seguro de que fue él -porque su pierna-bala lo hacía intuirlo- no pudo reunir las pruebas suficientes para ponerlo tras las rejas, por lo que quedó libre. A partir de allí se juró nunca dejar libre a quien su intuitiva “pierna-bala” le indique su culpabilidad, pero a partir de ese momento, con tal de que los demás sepan que los sospechosos son culpables, Quinlan comenzó a sembrar evidencia y a cometer actos cada vez más corruptos en pos de un pragmatismo bestial.
Por ello, al investigar al sospechoso de la bomba, hace gala de sus métodos habituales (métodos que el sargento Menzies no quiere ver, pues es su más ferviente amigo y seguidor por haber Quinlan salvado su vida), los cuales son detectados por el detective Mexicano Mike Vargas -quien se ha implicado en el caso para evitar un incidente internacional-, por lo que a su vez este detective inicia un proceso de investigación contra Quinlan.
A partir de aquí inicia un duelo de astucia, de trampas y de conspiraciones cada vez más enrevesadas y oscuras, ambientadas (¿Cómo no?) en un escenario turbio, deprimente, decadente y oscuro, propio del cine noir.
Lo que llama mi atención es como era la percepción de la gente más realista en aquella época respecto a la policía de ambos países: por un pasado de luchas y “contagios” en el trato con las mafias de USA, por más de tres décadas, la policía gringa era percibida como más corrupta (personificada por Quinlan) que la Mexicana (personificada por Vargas), pues en nuestro país todavía no se vivía un escenario de corrupción provocado por la relación con mafias y cárteles de la droga poderosos acá, pero eso terminaría sucediendo a finales de los años 70´s, justo en la decadencia de la mafia Italiana en nuestro vecino del norte, y la sustitución de esta por la Colombiana: es a partir de allí que la mafia Mexicana comenzó a crecer de forma imparable e impercepible, por lo que ya a fines de los 80´s era muy poderosa, y la policía Mexicana, estaba ya casi totalmente corrompida: se habían invertido los papeles.
Disgresión aparte, la película tiene tantos matices, tiene un virtuosismo magistral al hacer las tomas (no sólo la secuencia inicial), y tiene tanta profundidad implícita y desarrollo en los personajes, en un ambiente un tanto tétrico, depresivo y obscuro, con una historia tan compleja, que merece llevarse el premio GS a la excelencia cultural.
Búscala en cualquier tienda de películas clásicas o descárgala si estás suscrito a un sitio download, y así podrás comprobar por ti mismo la excelencia técnica, narrativa e interpretativa de este filme, excelencia que la ha hecho ser ganadora del premio GS a la excelencia cultural, otorgado a la memoria de Orson Welles.
Título: Touch of Evil (Toque de maldad)
Año: 1958.
Director: George Orson Welles.
Soundtrack: Henry Mancini
Duración: 108 minutos.
País: Estados Unidos de América.
Casting: Charlton Heston, Janeth Leigh, Orson Welles, Marlene Dietrich, Joseph Calleja, Dennis Weaver, Akim Tamiroff, etc...
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